lunes, 7 de enero de 2013

Miriam



Timbre. Te acercás a la puerta riéndote a carcajadas y te tiembla el párpado izquierdo.¿Estás nerviosa? Al abrir la puerta, él te choca con los brazos hasta estrellarte los muslos a la cama. Te huele la transpiración y siente también un olor que lo excede.

Es ese olor raro, es asfixiante, ¿y la ropa? ah... la ropa.... Sacátela, sacámela, me pesa, no me alcanza sin la ropa, mojame. Es ese incienso, fuego y olor. Es tan asfixiante, abrime la piel, ja, no, es mentira, solamente un poquito, abrime acá, lastimame que hace calor. No te muevas, ¿te tiemblan los párpados...? No, no te puedo hacer un tajito así, dejame, dejame. Abrí. Es ese rojo, que brota del calor, del fuego, de nuestros cuerpos. Ahora sí, estoy manchada de piel. Ja, sacátela vos también. Dale, dale. Así, arrancame de raíz.

Ahí estás vos, sola. Con las uñas tirantes, tengo los pedazos de piel cayendo al suelo. Tratá. Estaba huyendo de la tierra, pero tengo los pies ya derretidos en el barro. Trato. Estirando los brazos, pido a gritos que la otra voz me tome la garganta, me tape el cuerpo y por fin me absorba.

Levantás las piernas, el abdomen, te volvés elástica, no entiende qué te pasa, estás moviéndote sin su ritmo. Es eso que queda todavía de mí. Lo estás provocando. ¿Hasta dónde querés llegar?

Te trata de retener, abriéndote, como le pediste. Se agrieta el almohadón que habías desgarrado antes. Mirás las plumas. Volvés, arañándole profundo en la carne. Con toda la fuerza que te queda entre las piernas te escapás de su cuerpo.

Te mira mientras empezás a escupir sangre. Por fin estás sacándotelo de adentro, quedás retorcida en el colchón, volviéndote grieta pero dentro de tu carne. Él se aleja, sin quitarte los ojos de encima. Te acercás y empezás a besarlo. Le das asco, bien. Le sonreís. Se va.


No hay comentarios:

botellas girando en un barril